La realidad cotidiana nos demuestra que la sociedad ha cambiado. Y el mayor reto no es ya, anticiparnos al futuro dinámico, cierto y volátil, sino asumir que vivimos en él. De ahí que, la estrategia de comunicación de cualquier organización, pasa por tratar de lograr el máximo impacto posible en su audiencia, donde la figura del portavoz, es clave para despertar el interés a través de un mensaje creíble e influyente, con un enfoque practico y pedagógico.
Sin embargo, como sociedad hemos experimentado una notable evolución digital, y con ello, nos hemos visto obligados a modificar nuestra manera de percibir y procesar lo que sucede en nuestro entorno más cercano. Lógicamente, estos avances tecnológicos han alterado nuestra forma de acceder a la información, y nos hemos encontrado con que muchos medios de comunicación tergiversan los hechos relevantes en función de sus intereses.
Hoy por hoy, en los entornos competitivos es muy habitual que existan nexos en común entre la elite política y económica; y con ello, es que antes o después, sucede algo que les perjudica o les beneficia a nivel reputacional, generando un aumento o una merma en sus posibilidades de éxito. De ahí que, un argumento recurrente que ha calado en la ciudadanía, es que los medios manipulan y exageran la información para influir en la opinión pública.
La política es sobre todo política mediática, y con la llegada de las redes sociales y la mensajería instantánea que suelen conectar todo en nuestras vidas, ha contribuido a consolidar un clima político irrespirable, donde abundan los exabruptos, las ocurrencias y las polémicas a golpe de tuit. Mientras tanto, una gran parte de la ciudadanía sigue esperando soluciones eficaces a los problemas complejos y estructurales que perduran en la sociedad.
De hecho, hoy todo se mediatiza en tiempo real, y en ese contexto, la figura del portavoz se vuelve imprescindible para cualquier tipo de organización, con independencia de su tamaño y sector de actividad. Es por ello, que el portavoz es el responsable de expresar el posicionamiento institucional respecto a diversos temas relevantes. Para ello, construyen un relato convincente que busca transmitir transparencia, o bien para aclarar información errónea.
El portavoz político ha acaparado el interés mediático de los medios de comunicación, y muchas veces la viralización de sus mensajes a través de las redes sociales y la mensajería instantánea, le han puesto en más de algún aprieto. De ahí que, el rol del portavoz conlleve una serie de responsabilidades que convierten su labor de comunicación, en un desafío intenso, difícil, complejo, incomodo y muchas veces poco gratificante.
Ser portavoz político, requiere experiencia y aprendizaje continuo ya que en política todo comunica, y nada se deja al azar. Por eso, la función del portavoz político es encargarse de establecer la posición oficial de su partido ante determinados temas, es decir, son los delegados de contar verdades incomodas y/o mentiras hermosas que casi siempre pueden estar sesgadas por la ideología que profesan o defienden.
Todo lo anterior, no sería posible sin la ayuda de los medios de comunicación ya que son el aliado estratégico idóneo, especialmente en periodo de campaña electoral, debido al gran poder de influencia que ejercen en la opinión pública. Así mismo, la obsesión de los medios por querer ayudar al crecimiento electoral de una determinada marca política, ha terminado por impactar negativamente en su reputación y credibilidad.
En este sentido, los partidos políticos así como los movimientos sociales, están obligados a contar con interlocutores bien instruidos para conseguir que sus mensajes e intereses se sitúen en la agenda informativa de los medios. Obligando al portavoz a construir y desarrollar un “storytelling” coherente y convincente para captar la atención de la opinión pública, para lo cual, necesita crear una relación cordial con los medios que no está exenta de polémica.
Actualmente, en política todo cambia en días, semanas, meses. Por eso, cuando aparece algún caso que daña la imagen reputacional de una marca política, se encienden todas las alarmas para apagar lo antes posible el incendio mediático. Ante este panorama, el actuar con rapidez, coherencia y transparencia a la hora de lanzar y posicionar sus mensajes entre tanto ruido, crispación y pugna mediática, es clave de éxito para los portavoces.
Lo cierto es que en política, los problemas de uno, pueden ser percibidos como una oportunidad o una amenaza para los demás partidos que compiten por un mismo espacio ideológico. Desde el punto de vista de la ciudadanía, la política se ha convertido en un gran problema cuando debería ser una gran solución, es decir, muchos políticos están contribuyendo a golpe de tuit a consolidar un clima toxico e irrespirable, agrandando así la brecha de desafección política.
En este sentido, todos los actores políticos y las instituciones del Estado han de colaborar humildemente para que la crispación y la pugna mediática no sustituyan los argumentos racionales y el debate mesurado. Sin embargo, el auge de partidos políticos de extrema derecha radical populista, han obligado a todos los portavoces de posiciones más moderadas, a marcar perfil institucional para liderar la pugna mediática.
Por consiguiente, todos ellos han contribuido en mayor o menor intensidad al descrédito de la actividad política e institucional, al generar un clima de polarización constante, que está poniendo en serio peligro la frágil convivencia democrática. Esto se traduce, en que una gran parte de la sociedad haya tomado la decisión de decidir su voto en el último tramo de las campañas electorales, debido al ruido permanente y a la crispación que reina en el ámbito político.
Tanto es así, que la sobreexposición mediática de los portavoces políticos ha generado que sus declaraciones institucionales sean aplaudidas por sus simpatizantes o criticada de manera visceral por sus adversarios políticos. En ambos casos, y pese a utilizar los canales offline/online, muchas veces los portavoces se ven incapaces de conectar con la opinión pública debido a que la gente ya está cansada de las palabras, y exigen cada vez más hechos tangibles.
A modo de conclusión, podemos señalar que el portavoz es un cargo de máxima confianza dentro de la organización política, es decir, es la voz oficial de su partido 24/7 ante determinados temas que son relevantes para la sociedad y sus intereses. Para tal efecto, el portavoz debe ser creíble, fiable y convincente a la hora de marcar perfil institucional, así como, saber lo que le gusta o lo que les genera rechazo a sus electores, simpatizantes y potenciales votantes.
Con este panorama en el horizonte, es fácil comprender y darse cuenta que la actividad política se encuentra sobreexcitada en modo “crisis permanente”. De hecho, la política se caracteriza porque siempre aparecen situaciones de dificultad que puede ser aprovechado hábilmente por los adversarios políticos, y es precisamente en ese contexto, donde los portavoces han de estar siempre accesible para los medios de comunicación.
En este sentido, la mejor estrategia para gestionar una crisis política es aquella que ha sido anticipada. Por eso, es muy importante la formación continua de los portavoces y su equipo, no solo para ganar experiencia en la capacidad de diagnóstico, en el diseño de estrategias y en la creación de mensajes persuasivos e influyentes, sino más bien, para seguir siendo competitivos en contextos de alta volatilidad.
Por consiguiente, la supervivencia política a medio plazo depende en gran medida de la destreza y la transparencia argumentativa que utilice el portavoz, a la hora de marcar perfil institucional ante determinados hechos relevantes, porque en la crisis permanente siempre sale a relucir la clásica táctica del “y tú más” que sube de nivel la pugna mediática, y que termina por frustrar a una gran parte de la sociedad que se pregunta ¿por qué la actividad política es cada vez más un problema y no una solución?